Bueno, ¡pues ya está aquí la distopía, oiga! No sin hacer ruido, pero sí de manera sibilina, el siglo se está convirtiendo en tremendo mierdón… En lo que respecta a internet y al papel de las redes sociales, es difícil no estar de acuerdo con la famosa opinión de Umberto Eco. Al final, en una circulación circular de la información que conecta ya de ida y vuelta a los medios lineales, la sociedad y las redes sociales, los que más ruido hacen (los más tontos, los más perversos) acaban imponiendo su voz, contaminándolo todo.
Con la victoria de Trump, otro ingrediente de esta realidad preapocalíptica que nos ha tocado, la red social anteriormente del pajarito y ahora de los nazis y los bots experimenta un éxodo masivo de gente hacia Bluesky. Y dan ganas, porque hay ganas de que haya en internet algo puro, bueno, útil. Una oportunidad, de aquella manera, de establecer una nueva relación y más sana con «la conversación en internet», libre de algoritmos maquiavélicos, de agendas espurias. Apetece.
El abandono de Twitter/X supone también una forma de acción y posicionamiento polítco que me resulta interesante: en esta sociedad de consumo digital parece que se empieza a observar una pequeña semilla de responsabilidad y conocimiento en el uso de internet. O tal vez sea moda. En cualquier caso, no es casualidad que el declive de la plataforma del millonario caprichoso haya coincidido con la eclosión de su personalidad como supervillano en la útima campaña electoral. ¡Y que haya ganado, encima! Es normal buscar ciberpraderas más ciberverdes que no estén monopolizadas por ciberlocos.
Yo no estoy en redes, y ahora con esta de la mariposa me lo planteo a ratos, pero al final no. ¿Quién me dice que, a no tardar demasiado, Bluesky no se va a llenar de bots, majaras, intoxicadores y demás ralea? ¿Seguro que si rascamos en la empresa no encontraremos, de nuevo, a los mismos cuatro millonarios? Discúlpame la conjetura conspirativa.
En cualquier caso, vivo tranquilo y, como dicen en inglés, out of the loop. Si estuviese en una red social, por más que filtrase mi línea de tiempo, seguro que no podría escapar de alguna que otra conexión con la actualidad que consiguiese enervarme a diario. Y, como emisor, sufriría constantemente –que me conozco– del estrés de que mis ocurrencias gustasen a la concurrencia. Prefiero escribir un blog.